martes, 20 de diciembre de 2011

Las salvajes leyes del mercado

La impunidad de aquel 19 y 20

Sin la crisis sistémica provocada por la rebelión popular ocurrida hace una década hubiera sido impensable la llegada de Néstor Kirchner al poder.
Otros presidentes llegaban al gobierno; en cambio, Kirchner sabía que debía abrirse una brecha en los poderes concentrados para que se concretara su candidatura. Basta recorrer los mensajes políticos y leer las entrevistas que el entonces gobernador de Santa Cruz daba a la prensa desde 1997 cuando se alzó, en bastante soledad, para oponerse a Carlos Menem.
Banqueros, militares, ejecutivos y abogados de las grandes corporaciones militares, obispos y cardenales, los medios concentrados, constituían una amalgama que cerró filas con Fernando de la Rúa, especialmente desde la asunción de Domingo Cavallo como ministro de Economía el 20 de marzo de 2001.
La llegada al Gabinete de Cavallo fue la gota que colmó el vaso para Carlos “Chacho” Álvarez, quien después de la desafortunada decisión de hacer una fórmula con los sectores más entreguistas del radicalismo, se encontró con otra ingrata novedad: el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, hombre de su confianza, empezaba la obediencia debida a los planes de ajuste y flexibilización laboral de De la Rúa, a tono con los consejos de Daniel Marx, el hombre que trabajaba tanto para el gobierno como para el FMI. Pero este Marx no tenía el conocimiento de Carlos ni el humor de Groucho y la banca internacional precisaba al incondicional Cavallo al frente de las operaciones.

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